Desde la distancia que proporciona el abandono de la primera línea luchística uno aprecia con mayor claridad detalles y comportamientos; actitudes y aptitudes de unos y otros y, lo que sí es verdad, también se gana en tranquilidad. Pese a ello, a veces es irreprimible el deseo de buscar el desahogo en este blog, abusando ahora de la confianza y aprecio de los míos; siempre lo serán.
Que no son buenos tiempos para la lucha es una obviedad: descenso, no ya alarmante -casi dramático- en el número de aficionados, disminución también de luchadores, caída en picado en la base, pérdida de peso específico de la lucha a todos los niveles, caciqueo y sectarismo diputacional... Y todo porque la lucha, siempre lo hemos dicho, ha tenido en la última época los peores gestores posibles y no ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos. Y no se salva nadie aquí, unos porque han ido más a lo suyo que a otra cosa, otros porque sólo les preocupó “joder” al vecino, otros porque no entendimos a tiempo que había que tener altura de miras y no caer en la provocación. Al final, la casa sin barrer y la lucha en la UCI.
Asumimos nuestros errores, que los hubo, pero también es verdad que hubo quienes pusieron todo el empeño en frenar, en aturdir, en jugar al despiste con el fin de controlar en cotarro e impedir que nadie se moviese. Duele pensar que algunos de los que más le dieron a la lucha en el corro después fueron los que más daño la hicieron (y la siguen haciendo) desde otras instancias: ¿verdad “Che Escanciano”?. Como buenos estrategas se aprovecharon de unos y otros para hacerse fuertes –ellos- sin importarles que con ello la lucha se debilitase poco a poco, en una lenta agonía, dolorosa y cruel. (La excursión folklórica no aporta nada cuando la casa está sin barrer.
Que no son buenos tiempos para la lucha es una obviedad: descenso, no ya alarmante -casi dramático- en el número de aficionados, disminución también de luchadores, caída en picado en la base, pérdida de peso específico de la lucha a todos los niveles, caciqueo y sectarismo diputacional... Y todo porque la lucha, siempre lo hemos dicho, ha tenido en la última época los peores gestores posibles y no ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos. Y no se salva nadie aquí, unos porque han ido más a lo suyo que a otra cosa, otros porque sólo les preocupó “joder” al vecino, otros porque no entendimos a tiempo que había que tener altura de miras y no caer en la provocación. Al final, la casa sin barrer y la lucha en la UCI.
Asumimos nuestros errores, que los hubo, pero también es verdad que hubo quienes pusieron todo el empeño en frenar, en aturdir, en jugar al despiste con el fin de controlar en cotarro e impedir que nadie se moviese. Duele pensar que algunos de los que más le dieron a la lucha en el corro después fueron los que más daño la hicieron (y la siguen haciendo) desde otras instancias: ¿verdad “Che Escanciano”?. Como buenos estrategas se aprovecharon de unos y otros para hacerse fuertes –ellos- sin importarles que con ello la lucha se debilitase poco a poco, en una lenta agonía, dolorosa y cruel. (La excursión folklórica no aporta nada cuando la casa está sin barrer.
Pero hay algo peor: la actitud de quienes, teniendo en su mano impulsar, promover, ayudar a mejorar esta situación, hacen justo lo contario; dividir, poner zancadillas, frenar cualquier tipo de iniciativa que no se les ocurra a ellos, -que no se les ocurre ninguna por cierto-. Hablamos de un servicio de deportes diputacional sectario, anacrónico e inoperante, dirigido por personajes trasnochados y caducos a los que ni su propio responsable logra poner freno.
En esta lucha sobran visionarios, trepas, y hasta las opiniones del abuelo cebolleta de turno con su visión trasnochada e interesada de la realidad fruto de la influencia de los eternos segundones de la lucha. Digo segundones porque es lo que buscan, tener un penitente que dé la cara y mandar ellos desde la segunda fila, amagados, sin que se les vea mucho. Será cobardía o falta de autoestima pero esa actitud tampoco es buena.
Hay una metáfora muy plástica, muy real, cuya contemplación define perfectamente el estado de este deporte. Uno a veces se para y contempla las ruinas del corro de Villafruela del Condado, sepultado entre zarzas y miseria. Y uno piensa en las tardes de lucha que se vivieron allí; la pasión de unos aficionados que ya no están y que nunca volverán, la entrega de unos luchadores que casi tampoco están ya. Todo eso, ese patrimonio no sólo material, la lucha lo ha dejado perder en unos pocos años, y todos somos responsables de ello.
Pido perdón a quienes pude ofender , agradezco a los míos -al club Bernesga- su amistad y su compañía en estos años de “lucha”, saben que me tienen para lo que necesiten , y no me olvido de alguien, muy importante para la lucha que lo está pasando mal: Fernando Getino, un estratega de la lucha. Rival y amigo que lucha ahora por volver a ser él mismo y al que sólo deseo ver sentado en un corro disfrutando de su pasión; y que sea en un ribera-Montaña. Hasta siempre.
Jesús Oblanca Sánchez
Presidente Honorífico del Club de Lucha Bernesga
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